Para vivir una luna de miel única, ¿qué tal un destino para degustarse lentamente, en una atmósfera relajada y rústica pero sofisticada? Entre viñedos y bodegas boutique, inmersos en la naturaleza y en los placeres gastronómicos. En México tenemos un lugar ideal: Valle de Guadalupe.

Catar vinos, contemplar paisajes espectaculares, hacer caminatas entre viñedos tomados de la mano, montar a caballo con el Pacífico de fondo, disfrutar de gastronomía de primera con los mejores chefs del mundo y hospedarse en hoteles originales que ofrecen experiencias sin igual. Valle de Guadalupe ofrece el itinerario perfecto para una pareja en busca de un plan romántico con un toque de aventura para su luna de miel.
Si bien su popularidad es relativamente reciente, no así su historia. Cuando los españoles llegaron a este valle, se sorprendieron de la fertilidad de la tierra y decidieron producir vino, pues lo usaban en misa para la consagración. Se estableció una misión jesuita llamada Nuestra Señora de Guadalupe, donde hoy es el Valle de Guadalupe, que luego fue expulsada por los indígenas. En 1900 llegó una colonia rusa, compraron varias hectáreas y comenzaron de nuevo a explotar la tierra y a ganar fama por el vino producido en el valle.


Poco a poco, la industria empezó a despegar y el destino a ganar relevancia. El gobierno ofreció apoyos y formuló leyes para favorecer a la industria vinícola. Para la década de 1970 ya sonaban nombres como Casa Domecq y L.A. Cetto. A principios de los noventa ya se habían establecido bodegas como Monte Xanic y Adobe Guadalupe.
En 2004, Hugo D’Acosta, el famoso enólogo mexicano, estableció La Escuelita, donde enseña a pequeños productores el proceso de la elaboración del vino. El desarrollo y el crecimiento de la Ruta del Vino comenzó a tener un boom, por lo que hoteles, restaurantes y bodegas fueron apareciendo en el valle. Hoy es uno de los destinos más relevantes del país y alrededor de 90% del vino nacional se produce ahí.

Llegar al Valle de Guadalupe requiere poco más de hora y media desde Tijuana, disfrutando de las vistas más bonitas del océano Pacífico en la carretera escénica Tijuana-Ensenada, conocida como una de las más hermosas del país. Este destino ofrece un sinfín de actividades, por supuesto, la más destacada es visitar las bodegas y vinícolas, lo que lo convierte en un destino muy romántico. El itinerario combina romance, aventura, comida deliciosa y, claro, mucho vino.
PUERTO NUEVO: PARADA OBLIGADA EN LA VILLA DE LANGOSTAS
La primera parada obligada de Tijuana hacia el valle es Puerto Nuevo. Este pueblito, con menos de 500 habitantes, es parte de Rosarito y es conocido como “La Villa de Langostar”. Vaya que le hace honor a su nombre, pues tiene una pasión gastronómica que le ha dado fama desde los años cincuenta. Las langostas estilo Puerto Nuevo son una locura. Entre los restaurantes destaca Villa Ortegas, que parece una fondita playera, tiene terraza con vista al mar y mesas informales. Su especialidad es la langosta, preparada y partida a la mitad, tortillas de harina gigantes (dan ganas de envolverse en ellas) recién hechas, frijolitos y mantequilla derretida. Una delicia. El ambiente relajado del lugar invita a pasar la tarde viendo el mar y tomando una cerveza helada.
CUATRO CUATROS: GLAMIPNG, ROMANCE Y AVENTURA
La luna de miel es un viaje inigualable, por lo que elegir experiencias únicas y especiales es una gran manera de hacer que sea inolvidable. Una opción original para hospedaje es Cuatro Cuatros, un hotel diferente, formado por 19 “cabañas” —que en realidad son tents estilo glamping y diseño de Mauricio Rocha— dentro del viñedo, que esta entre las montañas y el océano Pacífico.


Cuatro Cuatros combina arquitectura, gastronomía, vinos, naturaleza, aventura y romance. Las habitaciones tienen aire acondicionado, baño completo, chimenea, terraza con vista al viñedo y un toque campirano que te hace sentir en el lugar más romántico del mundo. Plus para lunamieleros: la regadera exterior con miniterraza privada dentro del tent.
Además, el hotel ofrece actividades como cata de vinos, paseos a caballo, hikes, tirolesas (Desert Nest), etc. Uno de los highlights es el Bar Bura, conocido por sus vistas impresionantes del atardecer sobre el océano, en el que puedes tomar una copa de vino, cervezas artesanales y degustar botanas deliciosas. Una recomendación es Mantis de Aguamala, cerveza artesanal local tipo belga, muy ligera, con toques de limón y hierbas.
MÁS HOSPEDAJE EN VALLE
El Cielo. Suites en villas dentro de la vinícola El Cielo. De los primeros hoteles de lujo de la región, un paraíso con vistas impresionantes de los viñedos y las montañas.
Bruma Casa 8. B&B de lujo dentro de Bruma. Ocho suites diseñadas a la altura de los mejores hoteles, con una casa principal y áreas comunes. Íntimo, en conexión con la naturaleza, look and feel desértico, muy lindo.



RUTA DE VIÑEDOS
Todos los viñedos del valle ofrecen visitas guiadas y catas. Para sacar el máximo provecho, se recomienda hacer cita en dos o tres por día, dependiendo de cuántos días tengan disponibles y a cuántos viñedos quieran ir. Una sugerencia de itinerario sería combinar una bodega grande y con mucha historia, como Monte Xanic o El Ciclo, con una más íntima y boutique, como Bruma o Vena Cava.
MONTE XANIC
Es una obra de arte, un verdadero espectáculo. La visita dura media hora, en la que se hace el recorrido por la bodega y se prueban entre cuatro y seis vinos. Insider tip: agendar una visita privada, que se extiende un poco más, e incluye ir a caminar entre las parras, entrar a ver todo el proceso de elaboración del vino, catar casi todas las variedades de vino de la bodega en clase privada, acompañando los vinos con maridaje de quesos y frutas y terminar la tarde en un salón privado con vista al atardecer. Las vistas y paisajes de la vinícola son preciosos. Vale mucho la pena. En su tienda venden aceite de oliva, mermeladas artesanales y ediciones especiales de cosechas y botellas que no se consiguen fácilmente en otros lugares.

EL CIELO
Es un pedazo de paraíso en el Valle de Guadalupe. Un verdadero santuario rodeado de montañas, lagos, viñedos y olivos. Ofrecen tours guiados por sommeliers, que pueden ser en bicicleta, carreta o carrito de golf. Una magnÍfica opción para degustar vinos de la más alta calidad, galardonados mundialmente, con una amplia selección para deleitar a todos los paladares, curada por el enólogo Jesús Rivera, Además, cuentan con su propia hotel boutique del mismo nombre. Hospedarse en El Cielo es una experiencia de lujo.

BRUMA
Es una vinícola joven, original, con muchísima personalidad y atención a los detalles. Su filosofía ca conectar con la tierra. Con un diseño espectacular, la bodega está construida alrededor de un encino de más de 300 años. Paraíso para los amantes del vino y del buen comer. El plan ideal es, después de la degustación, quedarse a cenar en Fauna, reconocido como uno de los restaurantes imperdibles del valle.

VENA CAVA
Presume de ser la vinícola más original del valle. Diseñada por el famoso Alejandro DAcosta, el diseño arquitectónico reutiliza barcos y los incorpora como estructuras. De lo más llamativo es la cava principal, en la que el techo es un barco antiguo restaurado. La bodega es orgullosamente boutique y su premisa es preferir calidad sobre cantidad. Visitarla es un must.

DÓNDE COMER EN VALLE DE GUADALUPE
El valle es un destino muy foodie, y muchos chefs, que empiezan a despegar en sus carreras, se prueban en el valle. La mayoría de lugares son estilo farm to table con acentos mexicanos, producto local, pescados y mariscos al igual que carnes. Entre los más ricos encontramos:
Animalón. De Javier Plascencia, diseñado bajo un encino de 200 años, es una experiencia para todos los sentidos. Fine dining con menú de degustación de cuatro o seis tiempos y maridaje opcional. Para muchos, el mejor del valle. Sobresalen el aguachile de kampachi con fresa verde y kosho de limón, el risotto de maíz dulce con hongos y el pato ahumado en salsa de cebolla, cereza y miel de abeja.
Fauna. Dentro de la vinícola Bruma, mesa comunal y comida mexicana, su motto es “cocinamos con lo que esté al alcance”. Destacan en su menú fijo y experimental los aguachiles, las conchas y el erizo.

Deckman’s en El Mogor. Casi todos sus insumos los producen ellos mismos en el rancho El Mogor; lo demás es de proveedores locales. Pura comida sustentable, menú de degustación que cambia frecuentemente. Predominan los cortes de carne preparados al grill, el tiradito de lengua de res y los ostiones.
La Cocina de Doña Esthela. Empezó vendiendo burritos de huevo porque no podía comprar más ingredientes. Hoy, su desayuno tiene fama de ser el mejor del mundo… Un must en el valle. Sobresalen los burritos, los huevos con machaca y gorditas de chicharrón.
RESTAURANTES EN ENSENADA Y TIJUANA
Hay restaurantes que brindan experiencias únicas, por las que a veces se justifica desviarse un poco del destino original. El Valle de Guadalupe cuenta con muchas opciones para comer, pero vale la pena mencionar que hay tres lugares que son worth the travel fuera del valle…
Villa Ortegas, “La Villa de las Langostas”. Langosta estilo Puerto Nuevo en setting informal. Vale la pena la parada en el camino al valle desde Tijuana para probar esta delicia.



La Guerrerense, en Ensenada. Un clásico de clásicos. La Guerrerense es una carreta en la calle con los mejores mariscos y la fama de curar cualquier cruda. Fue fundada en 1960 por Sabina Bandera, alias La Guerrerense, quien es famosa en el mundo por sus deliciosas tostadas, sus salsas (más de 13 originales) y su sazón. Mención de honor: tostada de ceviche de erizo y taco de pulpo.
Misión 19. Para cerrar con broche de oro, antes de volver a casa, el paraíso foodie en Tijuana es Misión 19, de Javier Plascencia. Su especialidad es la comida de Baja California, inspirada en el mar y en el campo, y su cocina presume de ser local, orgánica, sustentable y usar ingredientes de la mejor calidad. Sobresalen los ostiones al carbón, tuétanos de res, cazuela de pulpo y tripa de res.
UN POCO DE AVENTURA EXTRA
Desert Nest, la tirolesa sobre los olivos es la opción ideal para vivir una aventura en el Valle de Guadalupe. El recorrido está formado por cinco tirolesas que suman en total casi cuatro kilómetros y vuelan entre montes, con vista al mar y sobre un campo de olivos en la tirolesa final. El último segmento por sí solo hace que toda la experiencia valga la pena. Los arneses se colocan antes de salir en el local de Desert Nest, dentro de Cuatro Cuatros, y de ahí se va en pick-up todoterreno a lo alto de las montañas, donde comienzan las tirolesas. Después de un pequeño hike, inicia el recorrido y se vive una aventura sin igual.

CÓMO LLEGAR A VALLE DE GUADALUPE
La mejor ruta es llegando al aeropuerto internacional de Tijuana y rentar un auto para manejar por la carretera escénica Tijuana-Ensenada durante 1.5 horas. Te recomendamos rentar una 4×4 para recorrer la zona.
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Texto original en print por Monserrat Villa
POR: REGINA LÁZARO